martes, 25 de septiembre de 2018


Nuevo y viejo aeropuerto: breve comentario personal…

Recordando una última clase en mis tiempos de estudiante, vino a mi mente un comparativo histórico que presenté sobre el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México “Lic. Benito Juárez” (AICM), para aquella exposición, recuerdo, hice mención a los orígenes y problemáticas que este espacio ha enfrentado desde sus orígenes y hasta aquel momento, hoy, ante tanta turbulencia que genera la ubicación de este sitio, esbozo una opinión breve acerca de dicho lugar. 


Como es de todos conocido, la transportación aérea se ha convertido en una de las actividades que más derrama económica deja a las diferentes empresas e industrias que se ven involucradas en el sector, ya sea de manera directa o indirecta. De manera directa tenemos todas aquellas involucradas en el sector aeronáutico, desde las aerolíneas hasta los servicios que se brindan dentro del aeropuerto o a bordo de las aeronaves, de forma indirecta, estarían todas aquellas que coexisten gracias a la actividad aérea, así, desde el envío de paquetería, viajes de negocio o placer, hasta transportación de ciertos productos, pasan por el AICM.


Ahora bien, ¿Qué implica cancelar la obra que se desarrolla en este momento? Por un lado, cumplir una promesa de campaña que el señor Andrés López Obrador anuncio con gran boato ante sus seguidores, esto bajo el argumento de considerarlo inviable, oneroso y opaco, no debatiré esas posturas en este momento, solo diré que lo peor que un Presidente puede hacer,  es no proveer de infraestructura a la nación que encabeza, ya que las personas se van, pero las obras perduran y entiéndase que la aviación en nuestro país, así como en el mundo, crece y se moderniza a ritmos muy acelerados, tocaré esto más adelante.


Siguiendo con las implicaciones de cancelar está obra, se hace necesario tocar el tema de la ecología de la cuenca, recalcando este último terminó, en la cual se asienta la Ciudad de México (CDMX), debemos reconocer el enorme grado de destrucción que ha padecido en tan solo dos siglos.


¿A qué me refiero? sin en este momento pudiéramos entrar a uno de los maravillosos cuadros del pintor mexiquense José María Velasco (1840 – 1912) no daríamos crédito a la cantidad de lagos, ríos, bosques y llanos que la cuenca tuvo, mismas que por obra y gracia del desarrollo social y urbano se perdió irremediablemente, ejemplo de ello el lago de Tlahuác, acaecido desde los años cincuenta y rematado con la casi reciente puesta en función de la terminal del Sistema de Transporte Colectivo Metro línea 12, que ocupa lo que otrora fuera una zona de chinamperio milenario.

Vista del Valle de México, obra de José María Velasco, WikiMexico.com


Por otro lado, el aire que se respira en la ciudad está altamente plagado de contaminantes provenientes de automotores, fábricas y de la zona en cuestión, para entender esto, es preciso observar desde un punto elevado de esta capital hacia lo zona del aeropuerto, durante los meses de fuertes vientos, se aprecia una oleada de polvo proveniente del Valle de Texcoco, este fenómeno ha sido recurrentes a lo largo de la historia de la cuenca, si alguien se pregunta el uso de este término, la explicación es simple, la ciudad se construyó sobre una cuenca lacustre que abarcó desde Cuautitlan y Zumpango en el Estado de México, hasta Xocimilco y Tlahuác en la zona sur de la CDMX.


¿Qué relación tiene esto con el aeropuerto y su impacto ambiental? La respuesta es simple y compleja a la vez, los remanentes de aquella zona lacustre de México, se empleó como vertedero de aguas negras, mismas que asentaron enormes cantidades de contaminantes en los lodos que se acumularon durante más de un siglo, con la desecación, todo ese material se ha diseminado por efecto del viento sobre la ciudad, acarreando enfermedades y padecimientos crónicos como el asma.


Así, al ocupar los terrenos que abarcaría el nuevo aeropuerto, se disminuiría las tolvaneras que han agraviado a la ciudad durante siglos y que han sido el vehículo de transporte de partículas suspendidas, toda vez que, los lodos contaminantes quedarían bajo la construcción de pistas y calles de rodaje y de acuerdo con el proyecto, los espacios adyacentes serían equipados con áreas verdes; proyecto que por cierto existió desde la década de los setentas y que solo rescató el lago “Nabor Carrillo”.  

Por otro lado, mucho se habla de las afectaciones que han sufrido habitantes de las poblaciones cercanas a la obra, lo cual liga el problema de ambiental con el desarrollo urbano, factor que desde sus orígenes ha ido encajonando al aeropuerto en zonas críticas para su desarrollo.

Desde que en de 1910, cuando Alberto Braniff introdujo la aviación a nuestro país, requirió de un espacio apropiado, así que empleo los llanos de la ex – hacienda de Balbuena, de ahí en adelante, aquella zona se ocupó como un espacio para la aviación militar y civil. Sin embargo, la imposibilidad de poder operar de manera conjunta, sumado al desarrollo técnico y tecnológico de la aviación, llevó a separar las actividades aéreas, por el lado militar, se llevaron a la ex – hacienda de Santa Lucía en Tecámac Estado de México y las civiles al actual AICM, mismo que a lo largo de su historia, ha tenido que “ceder” grandes porciones de su superficie, en favor del desarrollo urbano y de infraestructura que él mismo requiere.


Por desgracia las zonas circundantes al puerto aéreo, desde finales de los años sesentas e hasta los ochentas del siglo pasado, antes fangosas y deshabitadas, depositarias de aguas negras, poco a poco se fueron convirtiendo en  zonas marginales, es el caso del municipio de Chimalhuacán, tristemente recordado por su lideresa María Eulalia Guadalupe Buendía Torres  “la loba” o las colonias “el arenal”, “Pantitlán” y el propio Municipio de Nezahualcóyotl, que han contribuido al deterioro del entorno, y aun cuando actualmente algunas de estas ya son zonas desarrolladas en el tema urbano, aún existen asentamientos sin servicios y creciendo sobre áreas inapropiadas para vivir.



Ubicación del municipio de Chimalhuacán y su proximidad a la zona del aeropuerto. Google maps


Misma situación ha ocurrido con la zona de Texcoco, Ecatepec y el propio Tecámac, que otrora fueran puntos sumamente distantes de la Ciudad y hoy ya forman parte de la zona conurbada de ésta, este ahorcamiento que ha padecido el aeropuerto, no solo complica la relación con la sociedad, que, al no tener presente la importancia de su existencia, se deja llevar por discursos mediáticos que lo exponen como algo banal u oneroso.
Mención aparte merece la visión de la contraparte, esto es, el sector aéreo, mismo que al verse inmerso en medio de una urbe tan grande como lo es la Ciudad de México, debe hacer “malabares” para que cada operación se lleve sin contratiempos.


Seguramente muchos nos hemos deleitado viendo el ir y venir de aviones por encima de esta ciudad, como fue el caso del Concorde en los setentas y parte de los ochentas o actualmente con el A-380, sin embargo, pocos saben las condiciones en las cuales vienen estos vuelos y que muchas veces han estado a punto de provocar alguna catástrofe; debido a esta situación, a mediados de los noventas, la autoridad aeronáutica retiró del aeropuerto capitalino la aviación particular, taxis aéreos y demás operadores que emplearan equipos de pequeñas dimensiones, con ello se liberó espacio para la maniobras de equipos más pesados y modernos, toda vez que hasta esa restricción, en el aeropuerto de la CDMX, convivían las mal llamadas “avionetas”, junto con aviones de  las décadas de los cuarentas y cincuentas, las cuales retrasaban el despegue o aterrizaje de aviones como el Jumbo 747, Dc-8, Dc-10, etc.


En este momento, la actividad aérea vive un auge en constante cambio, lo que obliga implementar fuertes medidas de seguridad para las operaciones en el espacio aéreo de la capital y la convivencia con las zonas urbanas complica esta simbiosis. En meses previos a la controversia que desató el candidato izquierdista, la polémica entre aeropuerto y ciudadanía tuvo su momento más álgido cuando se modificó la radial de aproximación, esto es, se cerró más “la vuelta” que los aviones deben de dar sobre la ciudad para tomar su aproximación final a tierra, toda vez que los habitantes de las zonas del suroeste de la ciudad de la noche a la mañana se desayunaron con que los aviones pasaban más cerca de sus casas, aspecto que causo incomodidad a la población; situaciones de esta índole se harán más frecuentes conforme aumente el ritmo de aeropuerto, a la par que la mancha urbana crezca más, ello obliga a que el aeropuerto vuelva a salir del entorno urbano, la pregunta es ¿a dónde?


Ya en los años cincuenta se tuvo un primer indicio de lo que ocurriría de no respetar los espacios, pero como siempre, la cultura mexicana dejó para el último la prevención que el aeropuerto y la urbe crecerían, lo que llevo a postular soluciones “de bote pronto”, en los ochentas hubo un primer intento de expandirlo, proyecto bastante integro pero que por desgracia no fructificó y no solo complicó más la situación. En dicho plan se buscó proyectar hacia lo que fue la laguna (de aguas negras de Texcoco) las pistas e instalaciones aeroportuarias, lo cual hubiese permitido el crecimiento de este espacio hacia la actual zona en conflicto, sin embargo, del papel nunca salió dicha propuesta.


Con la llegada de la primera alternancia al Partido Revolucionario Institucional (PRI) el entonces presidente Vicente Fox Quesada, intentó construir sobre los llanos de Atenco la nueva sede aérea, no obstante la reacia resistencia de los habitantes, echó por tierra ese nuevo proyecto, mismo que pudo solucionar la saturación del espacio aéreo y servir de punto de desarrollo a zonas que en estos últimos años, de las cuales, algunas han dejado de ser zonas agrícolas para convertirse en zonas habitacionales, favoreciendo el crecimiento de la voraz mancha urbana.


¿Qué hacer? Si la capital de la nación aspira a tener las facilidades de un aeropuerto, debe continuar con el proyecto actual, aunque, a la ya sumada lista de “peros” que tiene la obra, se debe añadir una fuerte labor de convencimiento por parte de sus detractores, con la más clara intensión de imponer su voluntad sobre los intereses reales de la nación, es, pienso más importante advertir y trabajar sobre lo que la obra representa en aspectos de empleo y desarrollo, por lo que es, imprescindible borrar esa cauda negra que la nueva política está tendiendo sobre este proyecto.


Ante su propuesta de convertir la Base Aérea de Santa Lucía ó Base Aérea Militar N.º 1 “General Alfredo Lezama Álvarez” en un aeropuerto civil, se deben tener muchas consideraciones. Principalmente que a corto y mediano plazo generará los mismo conflictos, ya que la zona de Tecámac aún conserva parte de ejidos de uso agropecuario, con fauna y flora local, como conejos, tuzas, serpientes, aves canoras y rapaces, murciélagos, etc.,  mismas que se condenarían a su extinción de llevarse a cabo el proyecto “Lucia”, lo anterior debido a que no solo se ocuparía la BAM 1, sino como mínimo se requeriría un radio de entre 2 a 3 kms., para desarrollar infraestructura y zonas urbanas apropiadas para dar cabida al aeropuerto.


Lamentablemente, el impacto ecológico es inevitable, solo que, una obra bien desarrollada, puede frenar a largo plazo el deterioro del entorno, mientras que, como ya se ha demostrado en muchas áreas del país, el surgimiento de nuevas zonas urbanas, mayoritariamente irregulares, acabará con lo que tenga en frente sin mediar en el impacto que el cambio a uso urbano tenga en tierras hasta ahora aun con posibilidades de servir de barrera ecológica.

Vaticino que, de no concretarse la obra actual, en unos cuantos años esos terrenos y aquellos que se hallen cerca del lecho seco del ex – lago de Texcoco, pasarán a ser asentamientos de una ciudad que no para en su crecimiento, algo muy fructífero electoralmente hablando, pero devastador para una megalópolis como la Ciudad de México.



Pastizales aun presentes en el área de Tecámac, en las proximidades a la base áreas. Google maps.



Por otro lado, el actual aeropuerto se concibió para operaciones de aviones que ya no existen más, la nueva ingeniería en aeropuertos obliga a crear espacios que no sean estáticos, como ocurrió al de esta ciudad, sino dinámicos, esto es, que crezcan y se adapten a las nuevas tecnologías del transporte en cuestión. 
Como indique antes, el avance en materia de ingeniería aeronáutica avanza a pasos cada vez más grandes y México no debe, nuevamente, perder la oportunidad de entrar de lleno al mercado, ya sea como diseñador, desarrollador o constructor de aeronaves y sus implementos, para lo cual es preciso desarrollar espacios que brinden la posibilidad no solo de ser puerto de arribo y partida de viajeros y carga, antes bien es necesario pensar en tener y desarrollar centros de mantenimiento y desarrollo de la industria aeronáutica en todos sus aspectos.


Por desgracia las opciones se acaban para a CDMX y pensar en el plan de llevar las actividades aéreas a Tecámac comprometería, además de lo ya expuesto, un punto importante para el sector militar, ya que se perdería la base operaciones de los escuadrones de transporte de ala fija y rotativa, que permiten, en caso de emergencia, activar los planes DN-III-E y Marina. Toda vez que, desde la base de Santa Lucía se despachan los puentes aéreos dentro y allende de las fronteras de México.
En este punto es necesario tener presente que, el régimen elegido en los comicios del 2018, guarda fuertes desasosiegos con la institución castrense y el obligar a que la Secretaria de la Defensa Nacional entregue al ámbito civil una de sus más preciadas instalaciones, es una afrenta a los militares y un acto autoritarismo por parte de la nueva autoridad pública, misma que al no tener apego a la vida institucional de un Estado, poco le importa debilitar a esta institución, que dicho sea de paso, es un objetivo del nuevo régimen.




Tropas embarcando para la aplicación del Plan DN-III en la base aérea de Santa Lucia. Milenio.com





Finalmente, como mencioné, el tiempo se acaba y se debe ser inteligente ante la postura que se tome, reitero, un Presidente debe de ver por los intereses de la nación, más aún cuando éste ya fue alcalde la ciudad que requiere un aeropuerto eficiente y duradero, ¿Qué vale más, rescatar un entorno que se ha convertido en una zona gris o empezar a destruir una zona que aún se puede preservar?
Todos los que conocen de historia entenderán que los procesos históricos están marcados por fuertes y profundas rupturas, pero también deben tener presente que muchas decisiones, aun y cuando afecten de momento, bien pueden significar un atino hacia los tiempos venideros. El arrebato y apasionamiento deben tomarse con cuidado, ya que los ímpetus desbordados pueden conducir a tragedias, en cambio las decisiones tomadas con aplomo y consciencia, pueden significar un avance importante en el desarrollo de la sociedad.
En este mismo tenor, la comunidad debe asumir un papel más inteligente, debe comprender que todo cambio es una afectación y que la férrea oposición a éste solo conlleva al atraso, el grito de “la decisión está tomada el aeropuerto a la chi…..” es el más claro reflejo de la pobreza mental y falta de consciencia de un pueblo, mismo que no mira más allá de sus propios intereses, lo triste es qué, sí ese es el pueblo y así su gobernante ¿Qué tipo de Estado podrán construir? Si esa férrea aberración hacia el avance y el miedo a progresar los lleva no aceptar que el futuro ya está aquí y sus cambios son impostergables.