Nuevo y viejo
aeropuerto: breve comentario personal…
Recordando una
última clase en mis tiempos de estudiante, vino a mi mente un comparativo histórico
que presenté sobre el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México “Lic.
Benito Juárez” (AICM), para aquella exposición, recuerdo, hice mención a los
orígenes y problemáticas que este espacio ha enfrentado desde sus orígenes y
hasta aquel momento, hoy, ante tanta turbulencia que genera la ubicación de
este sitio, esbozo una opinión breve acerca de dicho lugar.
Como es de todos
conocido, la transportación aérea se ha convertido en una de las actividades
que más derrama económica deja a las diferentes empresas e industrias que se
ven involucradas en el sector, ya sea de manera directa o indirecta. De manera
directa tenemos todas aquellas involucradas en el sector aeronáutico, desde las
aerolíneas hasta los servicios que se brindan dentro del aeropuerto o a bordo
de las aeronaves, de forma indirecta, estarían todas aquellas que coexisten
gracias a la actividad aérea, así, desde el envío de paquetería, viajes de
negocio o placer, hasta transportación de ciertos productos, pasan por el AICM.
Ahora bien, ¿Qué
implica cancelar la obra que se desarrolla en este momento? Por un lado,
cumplir una promesa de campaña que el señor Andrés López Obrador anuncio con
gran boato ante sus seguidores, esto bajo el argumento de considerarlo
inviable, oneroso y opaco, no debatiré esas posturas en este momento, solo diré
que lo peor que un Presidente puede hacer,
es no proveer de infraestructura a la nación que encabeza, ya que las
personas se van, pero las obras perduran y entiéndase que la aviación en
nuestro país, así como en el mundo, crece y se moderniza a ritmos muy
acelerados, tocaré esto más adelante.
Siguiendo con
las implicaciones de cancelar está obra, se hace necesario tocar el tema de la
ecología de la cuenca, recalcando este último terminó, en la cual se asienta la
Ciudad de México (CDMX), debemos reconocer el enorme grado de destrucción que
ha padecido en tan solo dos siglos.
¿A qué me
refiero? sin en este momento pudiéramos entrar a uno de los maravillosos
cuadros del pintor mexiquense José María Velasco (1840 – 1912) no daríamos
crédito a la cantidad de lagos, ríos, bosques y llanos que la cuenca tuvo,
mismas que por obra y gracia del desarrollo social y urbano se perdió
irremediablemente, ejemplo de ello el lago de Tlahuác, acaecido desde los años
cincuenta y rematado con la casi reciente puesta en función de la terminal del Sistema
de Transporte Colectivo Metro línea 12, que ocupa lo que otrora fuera una zona
de chinamperio milenario.
Vista del Valle de México, obra de José María Velasco, WikiMexico.com
Por otro lado,
el aire que se respira en la ciudad está altamente plagado de contaminantes
provenientes de automotores, fábricas y de la zona en cuestión, para entender
esto, es preciso observar desde un punto elevado de esta capital hacia lo zona
del aeropuerto, durante los meses de fuertes vientos, se aprecia una oleada de
polvo proveniente del Valle de Texcoco, este fenómeno ha sido recurrentes a lo
largo de la historia de la cuenca, si alguien se pregunta el uso de este
término, la explicación es simple, la ciudad se construyó sobre una cuenca
lacustre que abarcó desde Cuautitlan y Zumpango en el Estado de México, hasta
Xocimilco y Tlahuác en la zona sur de la CDMX.
¿Qué relación tiene
esto con el aeropuerto y su impacto ambiental? La respuesta es simple y
compleja a la vez, los remanentes de aquella zona lacustre de México, se empleó
como vertedero de aguas negras, mismas que asentaron enormes cantidades de
contaminantes en los lodos que se acumularon durante más de un siglo, con la
desecación, todo ese material se ha diseminado por efecto del viento sobre la
ciudad, acarreando enfermedades y padecimientos crónicos como el asma.
Así, al ocupar los
terrenos que abarcaría el nuevo aeropuerto, se disminuiría las tolvaneras que
han agraviado a la ciudad durante siglos y que han sido el vehículo de transporte
de partículas suspendidas, toda vez que, los lodos contaminantes quedarían bajo
la construcción de pistas y calles de rodaje y de acuerdo con el proyecto, los
espacios adyacentes serían equipados con áreas verdes; proyecto que por cierto
existió desde la década de los setentas y que solo rescató el lago “Nabor
Carrillo”.
Por otro lado, mucho
se habla de las afectaciones que han sufrido habitantes de las poblaciones
cercanas a la obra, lo cual liga el problema de ambiental con el desarrollo
urbano, factor que desde sus orígenes ha ido encajonando al aeropuerto en zonas
críticas para su desarrollo.
Desde que en de
1910, cuando Alberto Braniff introdujo la aviación a nuestro país, requirió de
un espacio apropiado, así que empleo los llanos de la ex – hacienda de
Balbuena, de ahí en adelante, aquella zona se ocupó como un espacio para la
aviación militar y civil. Sin embargo, la imposibilidad de poder operar de
manera conjunta, sumado al desarrollo técnico y tecnológico de la aviación,
llevó a separar las actividades aéreas, por el lado militar, se llevaron a la
ex – hacienda de Santa Lucía en Tecámac Estado de México y las civiles al
actual AICM, mismo que a lo largo de su historia, ha tenido que “ceder” grandes
porciones de su superficie, en favor del desarrollo urbano y de infraestructura
que él mismo requiere.
Por desgracia
las zonas circundantes al puerto aéreo, desde finales de los años sesentas e hasta
los ochentas del siglo pasado, antes fangosas y deshabitadas, depositarias de
aguas negras, poco a poco se fueron convirtiendo en zonas marginales, es el caso del municipio de Chimalhuacán,
tristemente recordado por su lideresa María Eulalia Guadalupe Buendía Torres “la loba” o las colonias “el arenal”, “Pantitlán” y el propio
Municipio de Nezahualcóyotl, que han contribuido al deterioro del entorno, y
aun cuando actualmente algunas de estas ya son zonas desarrolladas en el tema
urbano, aún existen asentamientos sin servicios y creciendo sobre áreas
inapropiadas para vivir.
Ubicación del municipio de Chimalhuacán y su proximidad a la zona del aeropuerto. Google maps
Misma situación
ha ocurrido con la zona de Texcoco, Ecatepec y el propio Tecámac, que otrora
fueran puntos sumamente distantes de la Ciudad y hoy ya forman parte de la zona
conurbada de ésta, este ahorcamiento que ha padecido el aeropuerto, no solo
complica la relación con la sociedad, que, al no tener presente la importancia
de su existencia, se deja llevar por discursos mediáticos que lo exponen como
algo banal u oneroso.
Mención aparte
merece la visión de la contraparte, esto es, el sector aéreo, mismo que al verse
inmerso en medio de una urbe tan grande como lo es la Ciudad de México, debe
hacer “malabares” para que cada operación se lleve sin contratiempos.
Seguramente
muchos nos hemos deleitado viendo el ir y venir de aviones por encima de esta
ciudad, como fue el caso del Concorde en los setentas y parte de los ochentas o
actualmente con el A-380, sin embargo, pocos saben las condiciones en las
cuales vienen estos vuelos y que muchas veces han estado a punto de provocar
alguna catástrofe; debido a esta situación, a mediados de los noventas, la
autoridad aeronáutica retiró del aeropuerto capitalino la aviación particular,
taxis aéreos y demás operadores que emplearan equipos de pequeñas dimensiones,
con ello se liberó espacio para la maniobras de equipos más pesados y modernos,
toda vez que hasta esa restricción, en el aeropuerto de la CDMX, convivían las
mal llamadas “avionetas”, junto con aviones de las décadas de los cuarentas y cincuentas, las
cuales retrasaban el despegue o aterrizaje de aviones como el Jumbo 747, Dc-8,
Dc-10, etc.
En este momento,
la actividad aérea vive un auge en constante cambio, lo que obliga implementar
fuertes medidas de seguridad para las operaciones en el espacio aéreo de la capital
y la convivencia con las zonas urbanas complica esta simbiosis. En meses
previos a la controversia que desató el candidato izquierdista, la polémica entre
aeropuerto y ciudadanía tuvo su momento más álgido cuando se modificó la radial
de aproximación, esto es, se cerró más “la vuelta” que los aviones deben de dar
sobre la ciudad para tomar su aproximación final a tierra, toda vez que los
habitantes de las zonas del suroeste de la ciudad de la noche a la mañana se
desayunaron con que los aviones pasaban más cerca de sus casas, aspecto que
causo incomodidad a la población; situaciones de esta índole se harán más frecuentes
conforme aumente el ritmo de aeropuerto, a la par que la mancha urbana crezca
más, ello obliga a que el aeropuerto vuelva a salir del entorno urbano, la
pregunta es ¿a dónde?
Ya en los años
cincuenta se tuvo un primer indicio de lo que ocurriría de no respetar los
espacios, pero como siempre, la cultura mexicana dejó para el último la
prevención que el aeropuerto y la urbe crecerían, lo que llevo a postular
soluciones “de bote pronto”, en los ochentas hubo un primer intento de expandirlo,
proyecto bastante integro pero que por desgracia no fructificó y no solo
complicó más la situación. En dicho plan se buscó proyectar hacia lo que fue la
laguna (de aguas negras de Texcoco) las pistas e instalaciones aeroportuarias,
lo cual hubiese permitido el crecimiento de este espacio hacia la actual zona
en conflicto, sin embargo, del papel nunca salió dicha propuesta.
Con la llegada
de la primera alternancia al Partido Revolucionario Institucional (PRI) el
entonces presidente Vicente Fox Quesada, intentó construir sobre los llanos de
Atenco la nueva sede aérea, no obstante la reacia resistencia de los
habitantes, echó por tierra ese nuevo proyecto, mismo que pudo solucionar la
saturación del espacio aéreo y servir de punto de desarrollo a zonas que en
estos últimos años, de las cuales, algunas han dejado de ser zonas agrícolas
para convertirse en zonas habitacionales, favoreciendo el crecimiento de la
voraz mancha urbana.
¿Qué hacer? Si
la capital de la nación aspira a tener las facilidades de un aeropuerto, debe
continuar con el proyecto actual, aunque, a la ya sumada lista de “peros” que
tiene la obra, se debe añadir una fuerte labor de convencimiento por parte de sus detractores, con la más clara intensión de imponer su voluntad sobre los intereses reales de la nación, es, pienso más importante advertir y trabajar sobre lo que
la obra representa en aspectos de empleo y desarrollo, por lo que es, imprescindible borrar
esa cauda negra que la nueva política está tendiendo sobre este proyecto.
Ante su
propuesta de convertir la Base Aérea de Santa Lucía ó Base Aérea Militar N.º 1 “General
Alfredo Lezama Álvarez” en un aeropuerto civil, se deben tener muchas
consideraciones. Principalmente que a corto y mediano plazo generará los mismo
conflictos, ya que la zona de Tecámac aún conserva parte de ejidos de uso
agropecuario, con fauna y flora local, como conejos, tuzas, serpientes, aves
canoras y rapaces, murciélagos, etc.,
mismas que se condenarían a su extinción de llevarse a cabo el proyecto
“Lucia”, lo anterior debido a que no solo se ocuparía la BAM 1, sino como mínimo
se requeriría un radio de entre 2 a 3 kms., para desarrollar infraestructura y
zonas urbanas apropiadas para dar cabida al aeropuerto.
Lamentablemente, el impacto ecológico es inevitable, solo
que, una obra bien desarrollada, puede frenar a largo plazo el deterioro del
entorno, mientras que, como ya se ha demostrado en muchas áreas del país, el surgimiento
de nuevas zonas urbanas, mayoritariamente irregulares, acabará con lo que tenga
en frente sin mediar en el impacto que el cambio a uso urbano tenga en tierras hasta
ahora aun con posibilidades de servir de barrera ecológica.
Por otro lado,
el actual aeropuerto se concibió para operaciones de aviones que ya no existen
más, la nueva ingeniería en aeropuertos obliga a crear espacios que no sean
estáticos, como ocurrió al de esta ciudad, sino dinámicos, esto es, que crezcan
y se adapten a las nuevas tecnologías del transporte en cuestión.
Como indique
antes, el avance en materia de ingeniería aeronáutica avanza a pasos cada vez
más grandes y México no debe, nuevamente, perder la oportunidad de entrar de
lleno al mercado, ya sea como diseñador, desarrollador o constructor de
aeronaves y sus implementos, para lo cual es preciso desarrollar espacios que
brinden la posibilidad no solo de ser puerto de arribo y partida de viajeros y
carga, antes bien es necesario pensar en tener y desarrollar centros de
mantenimiento y desarrollo de la industria aeronáutica en todos sus aspectos.
Por desgracia
las opciones se acaban para a CDMX y pensar en el plan de llevar las
actividades aéreas a Tecámac comprometería, además de lo ya expuesto, un punto
importante para el sector militar, ya que se perdería la base operaciones de
los escuadrones de transporte de ala fija y rotativa, que permiten, en caso de
emergencia, activar los planes DN-III-E y Marina. Toda vez que, desde la base
de Santa Lucía se despachan los puentes aéreos dentro y allende de las
fronteras de México.
En este punto es
necesario tener presente que, el régimen elegido en los comicios del 2018,
guarda fuertes desasosiegos con la institución castrense y el obligar a que la
Secretaria de la Defensa Nacional entregue al ámbito civil una de sus más
preciadas instalaciones, es una afrenta a los militares y un acto autoritarismo
por parte de la nueva autoridad pública, misma que al no tener apego a la vida
institucional de un Estado, poco le importa debilitar a esta institución, que
dicho sea de paso, es un objetivo del nuevo régimen.
Tropas embarcando para la aplicación del Plan DN-III en la base aérea de Santa Lucia. Milenio.com
Finalmente, como
mencioné, el tiempo se acaba y se debe ser inteligente ante la postura que se
tome, reitero, un Presidente debe de ver por los intereses de la nación, más
aún cuando éste ya fue alcalde la ciudad que requiere un aeropuerto eficiente y
duradero, ¿Qué vale más, rescatar un entorno que se ha convertido en una zona
gris o empezar a destruir una zona que aún se puede preservar?
Todos los que conocen
de historia entenderán que los procesos históricos están marcados por fuertes y
profundas rupturas, pero también deben tener presente que muchas decisiones,
aun y cuando afecten de momento, bien pueden significar un atino hacia los
tiempos venideros. El arrebato y apasionamiento deben tomarse con cuidado, ya
que los ímpetus desbordados pueden conducir a tragedias, en cambio las
decisiones tomadas con aplomo y consciencia, pueden significar un avance
importante en el desarrollo de la sociedad.
En este mismo
tenor, la comunidad debe asumir un papel más inteligente, debe comprender que
todo cambio es una afectación y que la férrea oposición a éste solo conlleva al
atraso, el grito de “la decisión está tomada el aeropuerto a la chi…..” es el
más claro reflejo de la pobreza mental y falta de consciencia de un pueblo,
mismo que no mira más allá de sus propios intereses, lo triste es qué, sí ese
es el pueblo y así su gobernante ¿Qué tipo de Estado podrán construir? Si esa
férrea aberración hacia el avance y el miedo a progresar los lleva no aceptar
que el futuro ya está aquí y sus cambios son impostergables.